UN ANÁLISIS DE ANGHELA SOSA TIMANÁ (4º “J”)
¿Las presas muy pronto serán cazadas? Los gavilanes esperan con mucha cautela, sus ojos redondos, grandes y fijos miran aquel portón gastado. No comprendo de qué se preocupan tanto, al fin y al cabo dentro de unos minutos sus presas deseadas saldrán a su encuentro; y tal vez con un poco de suerte atrapen más de una. Es preocupante saber que tú puedes ser una de esas presas; de esos atentos gavilanes, que esperan siempre afuera y sin embargo de ellos no se espera nada. Su apariencia es extraña: la cabeza calva; el plumaje, que cubre su minúsculo ser, es muy sobrante; en sus orificios auditivos les cuelga algo que parece ser la marca metálica de algún zoológico; su forma de comunicación es un silbido extraño, lo cual nos demuestra su ubicación estancada en la etapa evolutiva.
Los viernes son sus días favoritos, sus presas son seguras; aunque tal vez no haya mucha diferencia con otros días de la semana; pero los viernes son sencillamente magníficos para estos seres, maravillosos para algunas o anormales para otras.
Llegó el momento. Son exactamente las 6:05 p.m. Inocentemente las auxiliares abren la mitad del portón; algunas presas salen desesperadas, casi enloquecidas, a toda velocidad pues al cruzar la calle las esperan . . . ¡¿sus gavilanes?! Y quizás, al cabo de nueve meses, sean ellas las que tengan que esperen a solas algo más. Otras esperan que esas presas salgan, para después con calma recién asomarse por el portón. Caminan paso a paso, muy seguras; deseando salir, de una vez por todas, de ese ambiente extraño y viciado, tan cargado de gavilanes y presas juntas.
Observas a tu alrededor y te das cuenta, con repulsión, que algunos de estos gavilanes te miran, pero inmediatamente voltean. Después de todo son inteligentes estos animales. Saben quiénes caerán y quiénes no caerán en sus garras. Posiblemente planean algo para cazar a “presas difíciles”, sin embargo se dan cuenta eso es imposible.
Es sencillamente un problema para algunas, pues te pueden pintar el mundo de colores cálidos y brillosos; y tú puedes caer muy ingenuamente en su trampa. Deberíamos ponernos a pensar en las intenciones de estos animales; en sus ideas; sus metas, si es que la tienen aunque me cuesta creer en que las tengan. Son un misterio; o quizás piensan en comer hoy y mañana sabe dios qué ocurrirá.
Lo curioso es que su cazar es muy distinto al de otros animales: rodean y rodean siempre a la misma presa; siempre las esperan; cuidan y cuidan a sus presas y hasta parecen guarecerlas. A veces me he puesto pensar en que quizás lleven consigo un cuadernillo en donde sumar a la lista el número de presa que han logrado conseguir durante la semana.
No comprendo aún por qué y para qué hacen todo esto; sólo te aconsejo que al pasar por aquel lugar, tengas mucho cuidado. Pues ellos estarán al acecho.
¿Las presas muy pronto serán cazadas? Los gavilanes esperan con mucha cautela, sus ojos redondos, grandes y fijos miran aquel portón gastado. No comprendo de qué se preocupan tanto, al fin y al cabo dentro de unos minutos sus presas deseadas saldrán a su encuentro; y tal vez con un poco de suerte atrapen más de una. Es preocupante saber que tú puedes ser una de esas presas; de esos atentos gavilanes, que esperan siempre afuera y sin embargo de ellos no se espera nada. Su apariencia es extraña: la cabeza calva; el plumaje, que cubre su minúsculo ser, es muy sobrante; en sus orificios auditivos les cuelga algo que parece ser la marca metálica de algún zoológico; su forma de comunicación es un silbido extraño, lo cual nos demuestra su ubicación estancada en la etapa evolutiva.
Los viernes son sus días favoritos, sus presas son seguras; aunque tal vez no haya mucha diferencia con otros días de la semana; pero los viernes son sencillamente magníficos para estos seres, maravillosos para algunas o anormales para otras.
Llegó el momento. Son exactamente las 6:05 p.m. Inocentemente las auxiliares abren la mitad del portón; algunas presas salen desesperadas, casi enloquecidas, a toda velocidad pues al cruzar la calle las esperan . . . ¡¿sus gavilanes?! Y quizás, al cabo de nueve meses, sean ellas las que tengan que esperen a solas algo más. Otras esperan que esas presas salgan, para después con calma recién asomarse por el portón. Caminan paso a paso, muy seguras; deseando salir, de una vez por todas, de ese ambiente extraño y viciado, tan cargado de gavilanes y presas juntas.
Observas a tu alrededor y te das cuenta, con repulsión, que algunos de estos gavilanes te miran, pero inmediatamente voltean. Después de todo son inteligentes estos animales. Saben quiénes caerán y quiénes no caerán en sus garras. Posiblemente planean algo para cazar a “presas difíciles”, sin embargo se dan cuenta eso es imposible.
Es sencillamente un problema para algunas, pues te pueden pintar el mundo de colores cálidos y brillosos; y tú puedes caer muy ingenuamente en su trampa. Deberíamos ponernos a pensar en las intenciones de estos animales; en sus ideas; sus metas, si es que la tienen aunque me cuesta creer en que las tengan. Son un misterio; o quizás piensan en comer hoy y mañana sabe dios qué ocurrirá.
Lo curioso es que su cazar es muy distinto al de otros animales: rodean y rodean siempre a la misma presa; siempre las esperan; cuidan y cuidan a sus presas y hasta parecen guarecerlas. A veces me he puesto pensar en que quizás lleven consigo un cuadernillo en donde sumar a la lista el número de presa que han logrado conseguir durante la semana.
No comprendo aún por qué y para qué hacen todo esto; sólo te aconsejo que al pasar por aquel lugar, tengas mucho cuidado. Pues ellos estarán al acecho.
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