UNOS VERSOS DE BRENDA SALDAÑA PEREZ (3º “M”)
Nadie supo; nadie sabrá que el amor es y será
un sentimiento que fue y volverá. Yo lo sé, ya lo verás.
La vida sin él es un tormento
y él sin mí… que mal momento.
Quisiera que el tiempo no pasara para estar yo a su lado;
así comer unos helados
y amarnos como dos enamorados.
Nadie supo; nadie sabrá, que los dos nos quisimos
que los dos nos amamos.
Eso no importa, él volverá
porque el amor fue y lo será.
Mi corazón grita, mi alma llora.
Él no está pero ya volverá.
Él es mío como la luna a la noche
y se fue tan triste sentado en el coche.
Nadie supo; nadie, sabrá que el amor es una locura. Ya verás.
viernes, 2 de octubre de 2009
EL ESPEJO DE ORO
UN CUENTO DE VERÓNICA FLORES CALLA (3º “J”)
Existía en un pueblo muy lejano, un joven travieso e inquieto que un día, después de unas agotadoras travesuras, se sentó a la orilla de una laguna para descansar y contemplar la belleza de sus aguas cristalinas. De pronto divisó en la orilla un objeto que había sido arrastrado por las aguas. Él, muy curioso, se acercó y lo cogió. Era un hermoso espejo cubierto de oro, esmeraldas y demás piedras preciosas.
El joven contento pensó en venderlo y obtener alguna ganancia, pero cuando se disponía a irse, salió del espejo una bella mujer que irradiaba luces como el sol; al ver al muchacho, lo hipnotizó y ambos ingresaron al espejo. Cuando el joven despertó, estaba frente a un palacio lleno de objetos de oro y plata, en el que habitaban hermosas mujeres adornadas con collares de perlas, esmeraldas, rubíes, ónice y diamantes. Las mujeres le dijeron:
- ¡Serás nuestro esclavo!
- Tú, te encargarás de atendernos y cuidarnos.
El joven asustado asintió con la cabeza y desde entonces se quedó a vivir con ellas. Sin darse cuenta pasaron lo años.
Una tarde, mientras limpiaba, entró en una habitación oscura y llena de polvo, decidió quitar y ordenarlo todo; chocó con algo y al revisar vio que era un enorme espejo con marco de oro. Empezó a mirarse en él y notó que no había cambiado mucho; esto lo sorprendió. De pronto del espejo, salió un poder mágico y absorbió al joven llevándolo al mundo real.
El desesperado joven fue a buscar a su familia para contarles lo ocurrido. En el camino a casa se dio cuenta que todo había cambiado. No lo podía creer, ya no conocía a nadie; entonces se sintió triste y solo. A partir de ese momento la soledad invadió al joven; todos los días narraba su historia a quienes pasaban cerca de él, pero nadie le creía. Con el paso del tiempo, el joven veía envejecer y morir a las personas, pero él siempre estaba joven. Se había vuelto inmortal.
Existía en un pueblo muy lejano, un joven travieso e inquieto que un día, después de unas agotadoras travesuras, se sentó a la orilla de una laguna para descansar y contemplar la belleza de sus aguas cristalinas. De pronto divisó en la orilla un objeto que había sido arrastrado por las aguas. Él, muy curioso, se acercó y lo cogió. Era un hermoso espejo cubierto de oro, esmeraldas y demás piedras preciosas.
El joven contento pensó en venderlo y obtener alguna ganancia, pero cuando se disponía a irse, salió del espejo una bella mujer que irradiaba luces como el sol; al ver al muchacho, lo hipnotizó y ambos ingresaron al espejo. Cuando el joven despertó, estaba frente a un palacio lleno de objetos de oro y plata, en el que habitaban hermosas mujeres adornadas con collares de perlas, esmeraldas, rubíes, ónice y diamantes. Las mujeres le dijeron:
- ¡Serás nuestro esclavo!
- Tú, te encargarás de atendernos y cuidarnos.
El joven asustado asintió con la cabeza y desde entonces se quedó a vivir con ellas. Sin darse cuenta pasaron lo años.
Una tarde, mientras limpiaba, entró en una habitación oscura y llena de polvo, decidió quitar y ordenarlo todo; chocó con algo y al revisar vio que era un enorme espejo con marco de oro. Empezó a mirarse en él y notó que no había cambiado mucho; esto lo sorprendió. De pronto del espejo, salió un poder mágico y absorbió al joven llevándolo al mundo real.
El desesperado joven fue a buscar a su familia para contarles lo ocurrido. En el camino a casa se dio cuenta que todo había cambiado. No lo podía creer, ya no conocía a nadie; entonces se sintió triste y solo. A partir de ese momento la soledad invadió al joven; todos los días narraba su historia a quienes pasaban cerca de él, pero nadie le creía. Con el paso del tiempo, el joven veía envejecer y morir a las personas, pero él siempre estaba joven. Se había vuelto inmortal.
UNA PLEGARIA SILENCIOSA
UNOS VERSOS DE ANA PAYE TICONA (4º “K”)
Le pedí fuerzas a Dios para llegar lejos;
y me hizo débil para que aprendiera
la humilde obediencia.
Le pedí salud para hacer cosas grandiosas;
y me hizo frágil para hacer
cosas mejores.
Le pedí riqueza para ser feliz;
y me dio la pobreza para
ser sabio.
Le pedí poder para ser admirado por todos los hombres;
y me dio la debilidad para que sintiera
la necesidad de Dios.
Le pedí todas las cosas para disfrutar de la vida;
y me dio vida para disfrutar de
todas las cosas.
No tuve nada de lo que pedí; pero todo lo que esperaba,
casi apenas de mí mismo: mis silenciosas plegarias
fueron escuchadas.
Soy el más rico en bendiciones entre todos los hombres.
Le pedí fuerzas a Dios para llegar lejos;
y me hizo débil para que aprendiera
la humilde obediencia.
Le pedí salud para hacer cosas grandiosas;
y me hizo frágil para hacer
cosas mejores.
Le pedí riqueza para ser feliz;
y me dio la pobreza para
ser sabio.
Le pedí poder para ser admirado por todos los hombres;
y me dio la debilidad para que sintiera
la necesidad de Dios.
Le pedí todas las cosas para disfrutar de la vida;
y me dio vida para disfrutar de
todas las cosas.
No tuve nada de lo que pedí; pero todo lo que esperaba,
casi apenas de mí mismo: mis silenciosas plegarias
fueron escuchadas.
Soy el más rico en bendiciones entre todos los hombres.
AGOSTO DEL 2007
UN RECUERDO DE MAYRA YATACO MATÍAS (4º “J”)
Por mi mente pasó: solo falta media hora, veré a mis abuelos y entregaré estos productos a la gente de Chincha. Pasó media hora y llegué. ¡Temblor! ¡Temblor! ¡Temblor! Gritaban con voz desesperada. Fue un susto terrible y mis piernas comenzaron a temblar.
Pasaron quince minutos y vi a mis abuelos, mi primera reacción fue abraza-rlos, llorar y preguntar si les había pasado algo. Ellos, para no preocuparme dijeron que nada; pero, yo sabía que a ellos les pasaba lo peor dentro de sus corazones y su mente. Para ellos fue terrible sentir aquel terremoto que arrasara con su casa y familiares, y sobre todo con su alegría que tardarían mucho en recuperar.
Son las seis de la tarde y ya no se ve nada, solo polvo y reflejos de luz de aquellas fogatas que cada calle tenía que hacer para alumbrarse. Yo pretendía dormir en una carpa que se ubicaba en el campo de futbol en una zona desolada; me acompañaban personas que eran de la cuadra. Cada cierto tiempo me asustaba con las réplicas y salía corriendo en la oscuridad pidiendo a Dios que se calmara la tierra . . . ¡Por favor, basta! . . . ¡Danos fuerza! Los temblores eran constantes, a tal punto que me resigné a su llegada constante. Volví a la carpa y mis amigos me dijeron que ya estaban acostumbrados. Si estás así ahora; entonces, qué hubieras hecho aquí en Chincha el día del terremoto.
Las noches allí eran largas y para mí no tenían fin; era imposible dormir, por un instante pude dormir resignada a que la tierra no pararía de temblar.
Ya eran las cinco de la mañana. Ya estaba despierta, fuera de lo que quedaba de la casa de mi abuela; con las ansias de ir a la casa de mi otra abuela. Camino hacia allá, pasaba por las calles y se veían personas con rostros que no expresaban nada, niños sobre los escombros de lo que hace poco eran sus casas a la espera de un temblor para echar a correr.
Llegué a la casa de mi abuela, con ansias de repartir algunos productos. Son las dos de tarde y comencé a repartir. Pasaba por las calles con las bolsas y todos corrían hacia donde yo estaba para recibir algo de lo que llevaba. Yo les entregaba a quienes se acercaban. En ese instante mi corazón se aceleró y sólo pensé en la poca ayuda que les daba. Muchos decían: ¡Por favor, dame!, tengo dos hijos y no tengo esposo. ¡Temblor! Todos corrían a ver a sus familiares; luego se me acercó un grupo de chicos pidiendo algo para el almuerzo. No me contuve y lloré en silencio. Un chico me dijo: No llores. Eres una heroína. Se me acercó su hermana: Dios te bendiga. Me obsequió una cruz de metal.
Todas las tardes llegaban camiones llenos de productos y la gente se alborotaba; trataban de conseguir algo más. Era triste pensar que eso sucedería muchas tardes. Las casas que aún quedaron en pie tenían su bandera blanca.
Ya era domingo; tenía que retornar a Lima. Despedirme fue lo peor. Le dije a mi abuela que nos fuéramos a Lima. Ella se negó, diciendo que me cuidara. Tenía un dolor inmenso en el corazón; traté de mantenerlo guardado. Al subirme al taxi, la gente me agradeció; no pude soportar más y me puse a llorar. Pensaba en la oscuridad, el frío, el miedo, la inseguridad y sobre todo el hambre que pasarían.
Por mi mente pasó: solo falta media hora, veré a mis abuelos y entregaré estos productos a la gente de Chincha. Pasó media hora y llegué. ¡Temblor! ¡Temblor! ¡Temblor! Gritaban con voz desesperada. Fue un susto terrible y mis piernas comenzaron a temblar.
Pasaron quince minutos y vi a mis abuelos, mi primera reacción fue abraza-rlos, llorar y preguntar si les había pasado algo. Ellos, para no preocuparme dijeron que nada; pero, yo sabía que a ellos les pasaba lo peor dentro de sus corazones y su mente. Para ellos fue terrible sentir aquel terremoto que arrasara con su casa y familiares, y sobre todo con su alegría que tardarían mucho en recuperar.
Son las seis de la tarde y ya no se ve nada, solo polvo y reflejos de luz de aquellas fogatas que cada calle tenía que hacer para alumbrarse. Yo pretendía dormir en una carpa que se ubicaba en el campo de futbol en una zona desolada; me acompañaban personas que eran de la cuadra. Cada cierto tiempo me asustaba con las réplicas y salía corriendo en la oscuridad pidiendo a Dios que se calmara la tierra . . . ¡Por favor, basta! . . . ¡Danos fuerza! Los temblores eran constantes, a tal punto que me resigné a su llegada constante. Volví a la carpa y mis amigos me dijeron que ya estaban acostumbrados. Si estás así ahora; entonces, qué hubieras hecho aquí en Chincha el día del terremoto.
Las noches allí eran largas y para mí no tenían fin; era imposible dormir, por un instante pude dormir resignada a que la tierra no pararía de temblar.
Ya eran las cinco de la mañana. Ya estaba despierta, fuera de lo que quedaba de la casa de mi abuela; con las ansias de ir a la casa de mi otra abuela. Camino hacia allá, pasaba por las calles y se veían personas con rostros que no expresaban nada, niños sobre los escombros de lo que hace poco eran sus casas a la espera de un temblor para echar a correr.
Llegué a la casa de mi abuela, con ansias de repartir algunos productos. Son las dos de tarde y comencé a repartir. Pasaba por las calles con las bolsas y todos corrían hacia donde yo estaba para recibir algo de lo que llevaba. Yo les entregaba a quienes se acercaban. En ese instante mi corazón se aceleró y sólo pensé en la poca ayuda que les daba. Muchos decían: ¡Por favor, dame!, tengo dos hijos y no tengo esposo. ¡Temblor! Todos corrían a ver a sus familiares; luego se me acercó un grupo de chicos pidiendo algo para el almuerzo. No me contuve y lloré en silencio. Un chico me dijo: No llores. Eres una heroína. Se me acercó su hermana: Dios te bendiga. Me obsequió una cruz de metal.
Todas las tardes llegaban camiones llenos de productos y la gente se alborotaba; trataban de conseguir algo más. Era triste pensar que eso sucedería muchas tardes. Las casas que aún quedaron en pie tenían su bandera blanca.
Ya era domingo; tenía que retornar a Lima. Despedirme fue lo peor. Le dije a mi abuela que nos fuéramos a Lima. Ella se negó, diciendo que me cuidara. Tenía un dolor inmenso en el corazón; traté de mantenerlo guardado. Al subirme al taxi, la gente me agradeció; no pude soportar más y me puse a llorar. Pensaba en la oscuridad, el frío, el miedo, la inseguridad y sobre todo el hambre que pasarían.
GAVILANES Y PRESAS JUNTAS
UN ANÁLISIS DE ANGHELA SOSA TIMANÁ (4º “J”)
¿Las presas muy pronto serán cazadas? Los gavilanes esperan con mucha cautela, sus ojos redondos, grandes y fijos miran aquel portón gastado. No comprendo de qué se preocupan tanto, al fin y al cabo dentro de unos minutos sus presas deseadas saldrán a su encuentro; y tal vez con un poco de suerte atrapen más de una. Es preocupante saber que tú puedes ser una de esas presas; de esos atentos gavilanes, que esperan siempre afuera y sin embargo de ellos no se espera nada. Su apariencia es extraña: la cabeza calva; el plumaje, que cubre su minúsculo ser, es muy sobrante; en sus orificios auditivos les cuelga algo que parece ser la marca metálica de algún zoológico; su forma de comunicación es un silbido extraño, lo cual nos demuestra su ubicación estancada en la etapa evolutiva.
Los viernes son sus días favoritos, sus presas son seguras; aunque tal vez no haya mucha diferencia con otros días de la semana; pero los viernes son sencillamente magníficos para estos seres, maravillosos para algunas o anormales para otras.
Llegó el momento. Son exactamente las 6:05 p.m. Inocentemente las auxiliares abren la mitad del portón; algunas presas salen desesperadas, casi enloquecidas, a toda velocidad pues al cruzar la calle las esperan . . . ¡¿sus gavilanes?! Y quizás, al cabo de nueve meses, sean ellas las que tengan que esperen a solas algo más. Otras esperan que esas presas salgan, para después con calma recién asomarse por el portón. Caminan paso a paso, muy seguras; deseando salir, de una vez por todas, de ese ambiente extraño y viciado, tan cargado de gavilanes y presas juntas.
Observas a tu alrededor y te das cuenta, con repulsión, que algunos de estos gavilanes te miran, pero inmediatamente voltean. Después de todo son inteligentes estos animales. Saben quiénes caerán y quiénes no caerán en sus garras. Posiblemente planean algo para cazar a “presas difíciles”, sin embargo se dan cuenta eso es imposible.
Es sencillamente un problema para algunas, pues te pueden pintar el mundo de colores cálidos y brillosos; y tú puedes caer muy ingenuamente en su trampa. Deberíamos ponernos a pensar en las intenciones de estos animales; en sus ideas; sus metas, si es que la tienen aunque me cuesta creer en que las tengan. Son un misterio; o quizás piensan en comer hoy y mañana sabe dios qué ocurrirá.
Lo curioso es que su cazar es muy distinto al de otros animales: rodean y rodean siempre a la misma presa; siempre las esperan; cuidan y cuidan a sus presas y hasta parecen guarecerlas. A veces me he puesto pensar en que quizás lleven consigo un cuadernillo en donde sumar a la lista el número de presa que han logrado conseguir durante la semana.
No comprendo aún por qué y para qué hacen todo esto; sólo te aconsejo que al pasar por aquel lugar, tengas mucho cuidado. Pues ellos estarán al acecho.
¿Las presas muy pronto serán cazadas? Los gavilanes esperan con mucha cautela, sus ojos redondos, grandes y fijos miran aquel portón gastado. No comprendo de qué se preocupan tanto, al fin y al cabo dentro de unos minutos sus presas deseadas saldrán a su encuentro; y tal vez con un poco de suerte atrapen más de una. Es preocupante saber que tú puedes ser una de esas presas; de esos atentos gavilanes, que esperan siempre afuera y sin embargo de ellos no se espera nada. Su apariencia es extraña: la cabeza calva; el plumaje, que cubre su minúsculo ser, es muy sobrante; en sus orificios auditivos les cuelga algo que parece ser la marca metálica de algún zoológico; su forma de comunicación es un silbido extraño, lo cual nos demuestra su ubicación estancada en la etapa evolutiva.
Los viernes son sus días favoritos, sus presas son seguras; aunque tal vez no haya mucha diferencia con otros días de la semana; pero los viernes son sencillamente magníficos para estos seres, maravillosos para algunas o anormales para otras.
Llegó el momento. Son exactamente las 6:05 p.m. Inocentemente las auxiliares abren la mitad del portón; algunas presas salen desesperadas, casi enloquecidas, a toda velocidad pues al cruzar la calle las esperan . . . ¡¿sus gavilanes?! Y quizás, al cabo de nueve meses, sean ellas las que tengan que esperen a solas algo más. Otras esperan que esas presas salgan, para después con calma recién asomarse por el portón. Caminan paso a paso, muy seguras; deseando salir, de una vez por todas, de ese ambiente extraño y viciado, tan cargado de gavilanes y presas juntas.
Observas a tu alrededor y te das cuenta, con repulsión, que algunos de estos gavilanes te miran, pero inmediatamente voltean. Después de todo son inteligentes estos animales. Saben quiénes caerán y quiénes no caerán en sus garras. Posiblemente planean algo para cazar a “presas difíciles”, sin embargo se dan cuenta eso es imposible.
Es sencillamente un problema para algunas, pues te pueden pintar el mundo de colores cálidos y brillosos; y tú puedes caer muy ingenuamente en su trampa. Deberíamos ponernos a pensar en las intenciones de estos animales; en sus ideas; sus metas, si es que la tienen aunque me cuesta creer en que las tengan. Son un misterio; o quizás piensan en comer hoy y mañana sabe dios qué ocurrirá.
Lo curioso es que su cazar es muy distinto al de otros animales: rodean y rodean siempre a la misma presa; siempre las esperan; cuidan y cuidan a sus presas y hasta parecen guarecerlas. A veces me he puesto pensar en que quizás lleven consigo un cuadernillo en donde sumar a la lista el número de presa que han logrado conseguir durante la semana.
No comprendo aún por qué y para qué hacen todo esto; sólo te aconsejo que al pasar por aquel lugar, tengas mucho cuidado. Pues ellos estarán al acecho.
TRISTE RECUERDO
UNOS VERSOS DE MELISSA CHIRINOS PAUCAR (4º “J”)
Los años pasan, la vida avanza;
y tú no estás aquí junto a mí
Te llevaste mi vida, mi amor y mi alegría.
Lo único que me dejaste es un terco
y triste corazón que no te olvida.
Desde que te fuiste mi vida
sólo es un triste recuerdo;
y mi recuerdo eres tú.
Sólo me queda recordarte,
para poder vivir cada día sin ti.
Los años pasan, la vida avanza;
y tú no estás aquí junto a mí
Te llevaste mi vida, mi amor y mi alegría.
Lo único que me dejaste es un terco
y triste corazón que no te olvida.
Desde que te fuiste mi vida
sólo es un triste recuerdo;
y mi recuerdo eres tú.
Sólo me queda recordarte,
para poder vivir cada día sin ti.
PALABRAS A NUESTRAS ALUMNAS
“No descuiden sus estudios. Hagan de todo, pero sin excederse.”
Victor Huerta / Sub-Director de FG-II
“Tengan autoestima. Ustedes son inteligentes; y todo depende de cada una. Visiten la parroquia y participen de sus actividades.”
Nelly Anicama / Coord. de Convivencia y Disciplina Escolar.
Victor Huerta / Sub-Director de FG-II
“Tengan autoestima. Ustedes son inteligentes; y todo depende de cada una. Visiten la parroquia y participen de sus actividades.”
Nelly Anicama / Coord. de Convivencia y Disciplina Escolar.
“Deben estar preparadas de acuerdo al avance científico y tecnológico. Prepárense para el futuro.”
Juan De la Cruz Mamani / Prof. de Matemática
“Como la flor que crece delicada y tierna, así deben ver sus vidas, con cuidado y serenidad, para que ésta siempre les sonría. Propónganse metas que puedan alcanzar; así, el triunfo y el éxito estarán asegurados.”
Norma Oré / Prof. de Comunicación
“Desearles de corazón la mejor de las suertes. Aprendan que la vida es una gran carrera o la suma de varias carreras. Quien mejor esté preparada, ganará.”
Jorge Sabastizagal / Prof. de Educación Física
Jorge Sabastizagal / Prof. de Educación Física
“Busquen a Jesús como un amigo. Busquen a Jesús como persona. Vivan realmente libres, eligiendo siempre el bien y la verdad.”
Rosa Tapia /Prof. de Educación Religiosa
Rosa Tapia /Prof. de Educación Religiosa
“Debemos sentirnos felices, con mucha esperanza; pensando en un futuro mejor, el cual lograremos cuando nos empeñemos en ser mejores alumnos para ser mejores ciudadanos.
Quilder Egoavil / Prof. de Ciencias Sociales
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