UNOS VERSOS DE BRENDA SALDAÑA PEREZ (3º “M”)
Nadie supo; nadie sabrá que el amor es y será
un sentimiento que fue y volverá. Yo lo sé, ya lo verás.
La vida sin él es un tormento
y él sin mí… que mal momento.
Quisiera que el tiempo no pasara para estar yo a su lado;
así comer unos helados
y amarnos como dos enamorados.
Nadie supo; nadie sabrá, que los dos nos quisimos
que los dos nos amamos.
Eso no importa, él volverá
porque el amor fue y lo será.
Mi corazón grita, mi alma llora.
Él no está pero ya volverá.
Él es mío como la luna a la noche
y se fue tan triste sentado en el coche.
Nadie supo; nadie, sabrá que el amor es una locura. Ya verás.
viernes, 2 de octubre de 2009
EL ESPEJO DE ORO
UN CUENTO DE VERÓNICA FLORES CALLA (3º “J”)
Existía en un pueblo muy lejano, un joven travieso e inquieto que un día, después de unas agotadoras travesuras, se sentó a la orilla de una laguna para descansar y contemplar la belleza de sus aguas cristalinas. De pronto divisó en la orilla un objeto que había sido arrastrado por las aguas. Él, muy curioso, se acercó y lo cogió. Era un hermoso espejo cubierto de oro, esmeraldas y demás piedras preciosas.
El joven contento pensó en venderlo y obtener alguna ganancia, pero cuando se disponía a irse, salió del espejo una bella mujer que irradiaba luces como el sol; al ver al muchacho, lo hipnotizó y ambos ingresaron al espejo. Cuando el joven despertó, estaba frente a un palacio lleno de objetos de oro y plata, en el que habitaban hermosas mujeres adornadas con collares de perlas, esmeraldas, rubíes, ónice y diamantes. Las mujeres le dijeron:
- ¡Serás nuestro esclavo!
- Tú, te encargarás de atendernos y cuidarnos.
El joven asustado asintió con la cabeza y desde entonces se quedó a vivir con ellas. Sin darse cuenta pasaron lo años.
Una tarde, mientras limpiaba, entró en una habitación oscura y llena de polvo, decidió quitar y ordenarlo todo; chocó con algo y al revisar vio que era un enorme espejo con marco de oro. Empezó a mirarse en él y notó que no había cambiado mucho; esto lo sorprendió. De pronto del espejo, salió un poder mágico y absorbió al joven llevándolo al mundo real.
El desesperado joven fue a buscar a su familia para contarles lo ocurrido. En el camino a casa se dio cuenta que todo había cambiado. No lo podía creer, ya no conocía a nadie; entonces se sintió triste y solo. A partir de ese momento la soledad invadió al joven; todos los días narraba su historia a quienes pasaban cerca de él, pero nadie le creía. Con el paso del tiempo, el joven veía envejecer y morir a las personas, pero él siempre estaba joven. Se había vuelto inmortal.
Existía en un pueblo muy lejano, un joven travieso e inquieto que un día, después de unas agotadoras travesuras, se sentó a la orilla de una laguna para descansar y contemplar la belleza de sus aguas cristalinas. De pronto divisó en la orilla un objeto que había sido arrastrado por las aguas. Él, muy curioso, se acercó y lo cogió. Era un hermoso espejo cubierto de oro, esmeraldas y demás piedras preciosas.
El joven contento pensó en venderlo y obtener alguna ganancia, pero cuando se disponía a irse, salió del espejo una bella mujer que irradiaba luces como el sol; al ver al muchacho, lo hipnotizó y ambos ingresaron al espejo. Cuando el joven despertó, estaba frente a un palacio lleno de objetos de oro y plata, en el que habitaban hermosas mujeres adornadas con collares de perlas, esmeraldas, rubíes, ónice y diamantes. Las mujeres le dijeron:
- ¡Serás nuestro esclavo!
- Tú, te encargarás de atendernos y cuidarnos.
El joven asustado asintió con la cabeza y desde entonces se quedó a vivir con ellas. Sin darse cuenta pasaron lo años.
Una tarde, mientras limpiaba, entró en una habitación oscura y llena de polvo, decidió quitar y ordenarlo todo; chocó con algo y al revisar vio que era un enorme espejo con marco de oro. Empezó a mirarse en él y notó que no había cambiado mucho; esto lo sorprendió. De pronto del espejo, salió un poder mágico y absorbió al joven llevándolo al mundo real.
El desesperado joven fue a buscar a su familia para contarles lo ocurrido. En el camino a casa se dio cuenta que todo había cambiado. No lo podía creer, ya no conocía a nadie; entonces se sintió triste y solo. A partir de ese momento la soledad invadió al joven; todos los días narraba su historia a quienes pasaban cerca de él, pero nadie le creía. Con el paso del tiempo, el joven veía envejecer y morir a las personas, pero él siempre estaba joven. Se había vuelto inmortal.
UNA PLEGARIA SILENCIOSA
UNOS VERSOS DE ANA PAYE TICONA (4º “K”)
Le pedí fuerzas a Dios para llegar lejos;
y me hizo débil para que aprendiera
la humilde obediencia.
Le pedí salud para hacer cosas grandiosas;
y me hizo frágil para hacer
cosas mejores.
Le pedí riqueza para ser feliz;
y me dio la pobreza para
ser sabio.
Le pedí poder para ser admirado por todos los hombres;
y me dio la debilidad para que sintiera
la necesidad de Dios.
Le pedí todas las cosas para disfrutar de la vida;
y me dio vida para disfrutar de
todas las cosas.
No tuve nada de lo que pedí; pero todo lo que esperaba,
casi apenas de mí mismo: mis silenciosas plegarias
fueron escuchadas.
Soy el más rico en bendiciones entre todos los hombres.
Le pedí fuerzas a Dios para llegar lejos;
y me hizo débil para que aprendiera
la humilde obediencia.
Le pedí salud para hacer cosas grandiosas;
y me hizo frágil para hacer
cosas mejores.
Le pedí riqueza para ser feliz;
y me dio la pobreza para
ser sabio.
Le pedí poder para ser admirado por todos los hombres;
y me dio la debilidad para que sintiera
la necesidad de Dios.
Le pedí todas las cosas para disfrutar de la vida;
y me dio vida para disfrutar de
todas las cosas.
No tuve nada de lo que pedí; pero todo lo que esperaba,
casi apenas de mí mismo: mis silenciosas plegarias
fueron escuchadas.
Soy el más rico en bendiciones entre todos los hombres.
AGOSTO DEL 2007
UN RECUERDO DE MAYRA YATACO MATÍAS (4º “J”)
Por mi mente pasó: solo falta media hora, veré a mis abuelos y entregaré estos productos a la gente de Chincha. Pasó media hora y llegué. ¡Temblor! ¡Temblor! ¡Temblor! Gritaban con voz desesperada. Fue un susto terrible y mis piernas comenzaron a temblar.
Pasaron quince minutos y vi a mis abuelos, mi primera reacción fue abraza-rlos, llorar y preguntar si les había pasado algo. Ellos, para no preocuparme dijeron que nada; pero, yo sabía que a ellos les pasaba lo peor dentro de sus corazones y su mente. Para ellos fue terrible sentir aquel terremoto que arrasara con su casa y familiares, y sobre todo con su alegría que tardarían mucho en recuperar.
Son las seis de la tarde y ya no se ve nada, solo polvo y reflejos de luz de aquellas fogatas que cada calle tenía que hacer para alumbrarse. Yo pretendía dormir en una carpa que se ubicaba en el campo de futbol en una zona desolada; me acompañaban personas que eran de la cuadra. Cada cierto tiempo me asustaba con las réplicas y salía corriendo en la oscuridad pidiendo a Dios que se calmara la tierra . . . ¡Por favor, basta! . . . ¡Danos fuerza! Los temblores eran constantes, a tal punto que me resigné a su llegada constante. Volví a la carpa y mis amigos me dijeron que ya estaban acostumbrados. Si estás así ahora; entonces, qué hubieras hecho aquí en Chincha el día del terremoto.
Las noches allí eran largas y para mí no tenían fin; era imposible dormir, por un instante pude dormir resignada a que la tierra no pararía de temblar.
Ya eran las cinco de la mañana. Ya estaba despierta, fuera de lo que quedaba de la casa de mi abuela; con las ansias de ir a la casa de mi otra abuela. Camino hacia allá, pasaba por las calles y se veían personas con rostros que no expresaban nada, niños sobre los escombros de lo que hace poco eran sus casas a la espera de un temblor para echar a correr.
Llegué a la casa de mi abuela, con ansias de repartir algunos productos. Son las dos de tarde y comencé a repartir. Pasaba por las calles con las bolsas y todos corrían hacia donde yo estaba para recibir algo de lo que llevaba. Yo les entregaba a quienes se acercaban. En ese instante mi corazón se aceleró y sólo pensé en la poca ayuda que les daba. Muchos decían: ¡Por favor, dame!, tengo dos hijos y no tengo esposo. ¡Temblor! Todos corrían a ver a sus familiares; luego se me acercó un grupo de chicos pidiendo algo para el almuerzo. No me contuve y lloré en silencio. Un chico me dijo: No llores. Eres una heroína. Se me acercó su hermana: Dios te bendiga. Me obsequió una cruz de metal.
Todas las tardes llegaban camiones llenos de productos y la gente se alborotaba; trataban de conseguir algo más. Era triste pensar que eso sucedería muchas tardes. Las casas que aún quedaron en pie tenían su bandera blanca.
Ya era domingo; tenía que retornar a Lima. Despedirme fue lo peor. Le dije a mi abuela que nos fuéramos a Lima. Ella se negó, diciendo que me cuidara. Tenía un dolor inmenso en el corazón; traté de mantenerlo guardado. Al subirme al taxi, la gente me agradeció; no pude soportar más y me puse a llorar. Pensaba en la oscuridad, el frío, el miedo, la inseguridad y sobre todo el hambre que pasarían.
Por mi mente pasó: solo falta media hora, veré a mis abuelos y entregaré estos productos a la gente de Chincha. Pasó media hora y llegué. ¡Temblor! ¡Temblor! ¡Temblor! Gritaban con voz desesperada. Fue un susto terrible y mis piernas comenzaron a temblar.
Pasaron quince minutos y vi a mis abuelos, mi primera reacción fue abraza-rlos, llorar y preguntar si les había pasado algo. Ellos, para no preocuparme dijeron que nada; pero, yo sabía que a ellos les pasaba lo peor dentro de sus corazones y su mente. Para ellos fue terrible sentir aquel terremoto que arrasara con su casa y familiares, y sobre todo con su alegría que tardarían mucho en recuperar.
Son las seis de la tarde y ya no se ve nada, solo polvo y reflejos de luz de aquellas fogatas que cada calle tenía que hacer para alumbrarse. Yo pretendía dormir en una carpa que se ubicaba en el campo de futbol en una zona desolada; me acompañaban personas que eran de la cuadra. Cada cierto tiempo me asustaba con las réplicas y salía corriendo en la oscuridad pidiendo a Dios que se calmara la tierra . . . ¡Por favor, basta! . . . ¡Danos fuerza! Los temblores eran constantes, a tal punto que me resigné a su llegada constante. Volví a la carpa y mis amigos me dijeron que ya estaban acostumbrados. Si estás así ahora; entonces, qué hubieras hecho aquí en Chincha el día del terremoto.
Las noches allí eran largas y para mí no tenían fin; era imposible dormir, por un instante pude dormir resignada a que la tierra no pararía de temblar.
Ya eran las cinco de la mañana. Ya estaba despierta, fuera de lo que quedaba de la casa de mi abuela; con las ansias de ir a la casa de mi otra abuela. Camino hacia allá, pasaba por las calles y se veían personas con rostros que no expresaban nada, niños sobre los escombros de lo que hace poco eran sus casas a la espera de un temblor para echar a correr.
Llegué a la casa de mi abuela, con ansias de repartir algunos productos. Son las dos de tarde y comencé a repartir. Pasaba por las calles con las bolsas y todos corrían hacia donde yo estaba para recibir algo de lo que llevaba. Yo les entregaba a quienes se acercaban. En ese instante mi corazón se aceleró y sólo pensé en la poca ayuda que les daba. Muchos decían: ¡Por favor, dame!, tengo dos hijos y no tengo esposo. ¡Temblor! Todos corrían a ver a sus familiares; luego se me acercó un grupo de chicos pidiendo algo para el almuerzo. No me contuve y lloré en silencio. Un chico me dijo: No llores. Eres una heroína. Se me acercó su hermana: Dios te bendiga. Me obsequió una cruz de metal.
Todas las tardes llegaban camiones llenos de productos y la gente se alborotaba; trataban de conseguir algo más. Era triste pensar que eso sucedería muchas tardes. Las casas que aún quedaron en pie tenían su bandera blanca.
Ya era domingo; tenía que retornar a Lima. Despedirme fue lo peor. Le dije a mi abuela que nos fuéramos a Lima. Ella se negó, diciendo que me cuidara. Tenía un dolor inmenso en el corazón; traté de mantenerlo guardado. Al subirme al taxi, la gente me agradeció; no pude soportar más y me puse a llorar. Pensaba en la oscuridad, el frío, el miedo, la inseguridad y sobre todo el hambre que pasarían.
GAVILANES Y PRESAS JUNTAS
UN ANÁLISIS DE ANGHELA SOSA TIMANÁ (4º “J”)
¿Las presas muy pronto serán cazadas? Los gavilanes esperan con mucha cautela, sus ojos redondos, grandes y fijos miran aquel portón gastado. No comprendo de qué se preocupan tanto, al fin y al cabo dentro de unos minutos sus presas deseadas saldrán a su encuentro; y tal vez con un poco de suerte atrapen más de una. Es preocupante saber que tú puedes ser una de esas presas; de esos atentos gavilanes, que esperan siempre afuera y sin embargo de ellos no se espera nada. Su apariencia es extraña: la cabeza calva; el plumaje, que cubre su minúsculo ser, es muy sobrante; en sus orificios auditivos les cuelga algo que parece ser la marca metálica de algún zoológico; su forma de comunicación es un silbido extraño, lo cual nos demuestra su ubicación estancada en la etapa evolutiva.
Los viernes son sus días favoritos, sus presas son seguras; aunque tal vez no haya mucha diferencia con otros días de la semana; pero los viernes son sencillamente magníficos para estos seres, maravillosos para algunas o anormales para otras.
Llegó el momento. Son exactamente las 6:05 p.m. Inocentemente las auxiliares abren la mitad del portón; algunas presas salen desesperadas, casi enloquecidas, a toda velocidad pues al cruzar la calle las esperan . . . ¡¿sus gavilanes?! Y quizás, al cabo de nueve meses, sean ellas las que tengan que esperen a solas algo más. Otras esperan que esas presas salgan, para después con calma recién asomarse por el portón. Caminan paso a paso, muy seguras; deseando salir, de una vez por todas, de ese ambiente extraño y viciado, tan cargado de gavilanes y presas juntas.
Observas a tu alrededor y te das cuenta, con repulsión, que algunos de estos gavilanes te miran, pero inmediatamente voltean. Después de todo son inteligentes estos animales. Saben quiénes caerán y quiénes no caerán en sus garras. Posiblemente planean algo para cazar a “presas difíciles”, sin embargo se dan cuenta eso es imposible.
Es sencillamente un problema para algunas, pues te pueden pintar el mundo de colores cálidos y brillosos; y tú puedes caer muy ingenuamente en su trampa. Deberíamos ponernos a pensar en las intenciones de estos animales; en sus ideas; sus metas, si es que la tienen aunque me cuesta creer en que las tengan. Son un misterio; o quizás piensan en comer hoy y mañana sabe dios qué ocurrirá.
Lo curioso es que su cazar es muy distinto al de otros animales: rodean y rodean siempre a la misma presa; siempre las esperan; cuidan y cuidan a sus presas y hasta parecen guarecerlas. A veces me he puesto pensar en que quizás lleven consigo un cuadernillo en donde sumar a la lista el número de presa que han logrado conseguir durante la semana.
No comprendo aún por qué y para qué hacen todo esto; sólo te aconsejo que al pasar por aquel lugar, tengas mucho cuidado. Pues ellos estarán al acecho.
¿Las presas muy pronto serán cazadas? Los gavilanes esperan con mucha cautela, sus ojos redondos, grandes y fijos miran aquel portón gastado. No comprendo de qué se preocupan tanto, al fin y al cabo dentro de unos minutos sus presas deseadas saldrán a su encuentro; y tal vez con un poco de suerte atrapen más de una. Es preocupante saber que tú puedes ser una de esas presas; de esos atentos gavilanes, que esperan siempre afuera y sin embargo de ellos no se espera nada. Su apariencia es extraña: la cabeza calva; el plumaje, que cubre su minúsculo ser, es muy sobrante; en sus orificios auditivos les cuelga algo que parece ser la marca metálica de algún zoológico; su forma de comunicación es un silbido extraño, lo cual nos demuestra su ubicación estancada en la etapa evolutiva.
Los viernes son sus días favoritos, sus presas son seguras; aunque tal vez no haya mucha diferencia con otros días de la semana; pero los viernes son sencillamente magníficos para estos seres, maravillosos para algunas o anormales para otras.
Llegó el momento. Son exactamente las 6:05 p.m. Inocentemente las auxiliares abren la mitad del portón; algunas presas salen desesperadas, casi enloquecidas, a toda velocidad pues al cruzar la calle las esperan . . . ¡¿sus gavilanes?! Y quizás, al cabo de nueve meses, sean ellas las que tengan que esperen a solas algo más. Otras esperan que esas presas salgan, para después con calma recién asomarse por el portón. Caminan paso a paso, muy seguras; deseando salir, de una vez por todas, de ese ambiente extraño y viciado, tan cargado de gavilanes y presas juntas.
Observas a tu alrededor y te das cuenta, con repulsión, que algunos de estos gavilanes te miran, pero inmediatamente voltean. Después de todo son inteligentes estos animales. Saben quiénes caerán y quiénes no caerán en sus garras. Posiblemente planean algo para cazar a “presas difíciles”, sin embargo se dan cuenta eso es imposible.
Es sencillamente un problema para algunas, pues te pueden pintar el mundo de colores cálidos y brillosos; y tú puedes caer muy ingenuamente en su trampa. Deberíamos ponernos a pensar en las intenciones de estos animales; en sus ideas; sus metas, si es que la tienen aunque me cuesta creer en que las tengan. Son un misterio; o quizás piensan en comer hoy y mañana sabe dios qué ocurrirá.
Lo curioso es que su cazar es muy distinto al de otros animales: rodean y rodean siempre a la misma presa; siempre las esperan; cuidan y cuidan a sus presas y hasta parecen guarecerlas. A veces me he puesto pensar en que quizás lleven consigo un cuadernillo en donde sumar a la lista el número de presa que han logrado conseguir durante la semana.
No comprendo aún por qué y para qué hacen todo esto; sólo te aconsejo que al pasar por aquel lugar, tengas mucho cuidado. Pues ellos estarán al acecho.
TRISTE RECUERDO
UNOS VERSOS DE MELISSA CHIRINOS PAUCAR (4º “J”)
Los años pasan, la vida avanza;
y tú no estás aquí junto a mí
Te llevaste mi vida, mi amor y mi alegría.
Lo único que me dejaste es un terco
y triste corazón que no te olvida.
Desde que te fuiste mi vida
sólo es un triste recuerdo;
y mi recuerdo eres tú.
Sólo me queda recordarte,
para poder vivir cada día sin ti.
Los años pasan, la vida avanza;
y tú no estás aquí junto a mí
Te llevaste mi vida, mi amor y mi alegría.
Lo único que me dejaste es un terco
y triste corazón que no te olvida.
Desde que te fuiste mi vida
sólo es un triste recuerdo;
y mi recuerdo eres tú.
Sólo me queda recordarte,
para poder vivir cada día sin ti.
PALABRAS A NUESTRAS ALUMNAS
“No descuiden sus estudios. Hagan de todo, pero sin excederse.”
Victor Huerta / Sub-Director de FG-II
“Tengan autoestima. Ustedes son inteligentes; y todo depende de cada una. Visiten la parroquia y participen de sus actividades.”
Nelly Anicama / Coord. de Convivencia y Disciplina Escolar.
Victor Huerta / Sub-Director de FG-II
“Tengan autoestima. Ustedes son inteligentes; y todo depende de cada una. Visiten la parroquia y participen de sus actividades.”
Nelly Anicama / Coord. de Convivencia y Disciplina Escolar.
“Deben estar preparadas de acuerdo al avance científico y tecnológico. Prepárense para el futuro.”
Juan De la Cruz Mamani / Prof. de Matemática
“Como la flor que crece delicada y tierna, así deben ver sus vidas, con cuidado y serenidad, para que ésta siempre les sonría. Propónganse metas que puedan alcanzar; así, el triunfo y el éxito estarán asegurados.”
Norma Oré / Prof. de Comunicación
“Desearles de corazón la mejor de las suertes. Aprendan que la vida es una gran carrera o la suma de varias carreras. Quien mejor esté preparada, ganará.”
Jorge Sabastizagal / Prof. de Educación Física
Jorge Sabastizagal / Prof. de Educación Física
“Busquen a Jesús como un amigo. Busquen a Jesús como persona. Vivan realmente libres, eligiendo siempre el bien y la verdad.”
Rosa Tapia /Prof. de Educación Religiosa
Rosa Tapia /Prof. de Educación Religiosa
“Debemos sentirnos felices, con mucha esperanza; pensando en un futuro mejor, el cual lograremos cuando nos empeñemos en ser mejores alumnos para ser mejores ciudadanos.
Quilder Egoavil / Prof. de Ciencias Sociales
Acróstico
UN ACRÓSTICO DE YAIRA SAAVEDRA SÁNCHEZ
(3to. “M”)
Risueña con la
Osadía de tu
Sabiduría y
Anhelo que
Dedicaste tu vida
Elevando augurios a tu
Santo colegio de
Antaño que
Nosotras construimos con
Ternura y dedicación para
Así salir adelante con él.
Mismo
Amor que tú nos diste
Rosa hidalguía de mi espíritu
Imagen de mi futuro
Añorada por siempre.
Risueña con la
Osadía de tu
Sabiduría y
Anhelo que
Dedicaste tu vida
Elevando augurios a tu
Santo colegio de
Antaño que
Nosotras construimos con
Ternura y dedicación para
Así salir adelante con él.
Mismo
Amor que tú nos diste
Rosa hidalguía de mi espíritu
Imagen de mi futuro
Añorada por siempre.
MI COLEGIO
UN ELOGIO DE KATHERINE JULCA YANQUI (3to. “M”)
@ Mi colegio, no tiene nada que envidiar; pero, mucho para sentirse orgulloso.
@ Mi colegio, no necesita grandes modificaciones a la fachada
lo que necesita es repararlo por dentro; ya que está muy herido.
@ Mi colegio, un sentimiento que está en todas nosotras;
que ninguna otra persona podrá destruir.
@ Mi colegio, con una protección divina, vela por todas nosotras.
@ Mi colegio, posee la imaginación de los humanos.
@ Mi colegio, con una juventud tan pícara y audaz.
@ Mi colegio, a pesar de sus años irradia juventud.
@ Mi colegio, lleno de esperanza e ilusiones.
@ Mi colegio, con una sabiduría inalcanzable.
@ Todo este tiempo estuve hablando de un colegio muy querido por
nosotras, ese colegio es el Rosa de Santa María del cual nosotras
debemos estar orgullosas.
@ Mi colegio, no tiene nada que envidiar; pero, mucho para sentirse orgulloso.
@ Mi colegio, no necesita grandes modificaciones a la fachada
lo que necesita es repararlo por dentro; ya que está muy herido.
@ Mi colegio, un sentimiento que está en todas nosotras;
que ninguna otra persona podrá destruir.
@ Mi colegio, con una protección divina, vela por todas nosotras.
@ Mi colegio, posee la imaginación de los humanos.
@ Mi colegio, con una juventud tan pícara y audaz.
@ Mi colegio, a pesar de sus años irradia juventud.
@ Mi colegio, lleno de esperanza e ilusiones.
@ Mi colegio, con una sabiduría inalcanzable.
@ Todo este tiempo estuve hablando de un colegio muy querido por
nosotras, ese colegio es el Rosa de Santa María del cual nosotras
debemos estar orgullosas.
jueves, 1 de octubre de 2009
ALGO MÁS QUE UN AMIGO
MÁS VERSOS DE ASTRID MORILLO MONZÓN Y
SILVANA RODRÍGUEZ LLERENA (3º “K”)
SILVANA RODRÍGUEZ LLERENA (3º “K”)
ALGO MÁS QUE UN AMIGO
Quiero besarte en la boca
porque besarte me provoca;
hace tiempo que te he esperado
y ahora te tengo a mi lado.
Mucho tiempo he pensado en ti
y solo quiero estar junto a ti;
si te gusta estar conmigo
tú podrás ser más que un amigo.
Si tú me dejas te podré amar;
si no quieres te podré olvidar;
pero, si tú te vas con la vecina
mejor cuídate en la esquina.
Quiero besarte en la boca
porque besarte me provoca;
hace tiempo que te he esperado
y ahora te tengo a mi lado.
Mucho tiempo he pensado en ti
y solo quiero estar junto a ti;
si te gusta estar conmigo
tú podrás ser más que un amigo.
Si tú me dejas te podré amar;
si no quieres te podré olvidar;
pero, si tú te vas con la vecina
mejor cuídate en la esquina.
EL HOMBRE
UNOS VERSOS DE YOLANDA SILVA CHACON (4º “K”)
No se creó al hombre para amarlo
porque él no sabe apreciar ese sentimiento
pues su corazón está hecho de resentimiento
que consume todo lo bueno hasta matarlo.
Causante del dolor y los sufrimientos
poseedor de encanto y convencimiento
martiriza hasta la más débil avecilla
que por él voló mil vientos.
Falso y salvaje cazador eres
pues sin piedad atacas a tu presa
la maltratas cuando cae en tus redes
y la abandonas cuando ya está desecha.
“Mentiras” debería nombrarte
pues engañas sobre tus romanes.
Falso, embustero y cobarde
que solo piensas en alardearte.
Por eso, no hay nadie que bien te quiera
porque no sabes corresponder.
ojalá que así no mueras
porque ni Dios te llegará a querer.
No se creó al hombre para amarlo
porque él no sabe apreciar ese sentimiento
pues su corazón está hecho de resentimiento
que consume todo lo bueno hasta matarlo.
Causante del dolor y los sufrimientos
poseedor de encanto y convencimiento
martiriza hasta la más débil avecilla
que por él voló mil vientos.
Falso y salvaje cazador eres
pues sin piedad atacas a tu presa
la maltratas cuando cae en tus redes
y la abandonas cuando ya está desecha.
“Mentiras” debería nombrarte
pues engañas sobre tus romanes.
Falso, embustero y cobarde
que solo piensas en alardearte.
Por eso, no hay nadie que bien te quiera
porque no sabes corresponder.
ojalá que así no mueras
porque ni Dios te llegará a querer.
ROSA DE SANTA MARÍA
UN RECUERDO DE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA HISTORIA
El primer Colegio Nacional "Rosa de Santa María" se creó el 7 de mayo de 1927, por Resolución Suprema Nº 1291, con el nombre de Colegio Nacional de Mujeres de Lima, siendo Presidente Don Augusto B. Leguía y Ministro de Educación el Doctor, Manuel Oliveira.
Su funcionamiento empezó en marzo de 1928 en la calle Amargura Nº 989, siendo la primera directora, la ciudadana belga María Luisa D'Heure, profesora de Francés.
Integraron además este primer cuerpo docente: la Srta. Elvira García y García, profesora de Castellano y Declamación; la Srta. Erlinda Cabrera de Gandorszky, profesora de Geografía; la Srta. Juana Rosa Cockburn, profesora de Historia; la Srta. Doris Clark, profesora de Botánica y Zoología; la Srta. Dra. Angélica Cucalon, profesora de Matemáticas; la Srta. Maggi Conroy, profesora de Inglés; la Srta. Victoria Vargas Salazar, profesora de Piano; la Srta. Esther Victoria Espinoza, profesora de Costura; la Srta. Leonor Nonone, profesora de Canto; la Srta. Raquel Nonone, profesora de Ejercicios Físicos; la Srta. Victoria Alfaro, profesora de Mecanografía, Escritura y Taquigrafía.
A principios del 1931, el colegio fue trasladado a la Av. Alfonso Ugarte, a la Casa del Pueblo, asumiendo la Dirección la Srta. Elvira García y García hasta el año de 1941; durante su gestión Directoral, gracias a su empeño, obtuvieron un local propio en 1940, situado en el Jr. Carhuaz Nº 326; el cual luego, de algunas adaptaciones, quedó convertido en un excelente edificio con capacidad de albergar hasta 7 mil alumnas, dotado de amplias aulas, salas de biblioteca, anatomía y ciencias naturales, de laboratorio de física y química, sala de cocina y repostería, patio de deportes y una pequeña huerta.
En 1941 por Resolución Suprema del 28 de febrero, fue nombrada Directora la Srta. María Rosario Araoz, quién solicitó el cambio de nombre en homenaje a nuestra patrona Santa Rosa de Lima; y ha consecuencia de ello por Resolución Ministerial, se le denomina “Rosa de Santa María”, instalándose en su honor en el patio principal la imagen de la Santa Patrona.
En 1942, en concurso de mérito obtuvo la Dirección la Srta. Beatriz, Cisneros, quién permaneció al frente del plantel por el transcurso de 19 años.
La población escolar del colegio alcanzó a 3 mil alumnas; se estudiaba en turnos de mañana y tarde, el total de secciones fue de 20 en secundaria común y 48 en secundaria comercial.
En 1956 por una Resolución Ministerial, se convirtió en Primer Colegio Nacional (G.U.E.) “Rosa de Santa María” y en 1957 por Resolución Ministerial Nº 4779, fue declarado “Plantel Experimental”, teniendo en cuenta su importancia pedagógica, su tradición y sus valiosos aportes a la Educación de la Mujer Peruana.
En 1962 en concurso de mérito y conocimientos, obtuvo el cargo de Directora la Srta. Ana María Gómez Calderón, distinguida ex-alumna de este Centro de Estudios.
El primer Colegio Nacional "Rosa de Santa María" se creó el 7 de mayo de 1927, por Resolución Suprema Nº 1291, con el nombre de Colegio Nacional de Mujeres de Lima, siendo Presidente Don Augusto B. Leguía y Ministro de Educación el Doctor, Manuel Oliveira.
Su funcionamiento empezó en marzo de 1928 en la calle Amargura Nº 989, siendo la primera directora, la ciudadana belga María Luisa D'Heure, profesora de Francés.
Integraron además este primer cuerpo docente: la Srta. Elvira García y García, profesora de Castellano y Declamación; la Srta. Erlinda Cabrera de Gandorszky, profesora de Geografía; la Srta. Juana Rosa Cockburn, profesora de Historia; la Srta. Doris Clark, profesora de Botánica y Zoología; la Srta. Dra. Angélica Cucalon, profesora de Matemáticas; la Srta. Maggi Conroy, profesora de Inglés; la Srta. Victoria Vargas Salazar, profesora de Piano; la Srta. Esther Victoria Espinoza, profesora de Costura; la Srta. Leonor Nonone, profesora de Canto; la Srta. Raquel Nonone, profesora de Ejercicios Físicos; la Srta. Victoria Alfaro, profesora de Mecanografía, Escritura y Taquigrafía.
A principios del 1931, el colegio fue trasladado a la Av. Alfonso Ugarte, a la Casa del Pueblo, asumiendo la Dirección la Srta. Elvira García y García hasta el año de 1941; durante su gestión Directoral, gracias a su empeño, obtuvieron un local propio en 1940, situado en el Jr. Carhuaz Nº 326; el cual luego, de algunas adaptaciones, quedó convertido en un excelente edificio con capacidad de albergar hasta 7 mil alumnas, dotado de amplias aulas, salas de biblioteca, anatomía y ciencias naturales, de laboratorio de física y química, sala de cocina y repostería, patio de deportes y una pequeña huerta.
En 1941 por Resolución Suprema del 28 de febrero, fue nombrada Directora la Srta. María Rosario Araoz, quién solicitó el cambio de nombre en homenaje a nuestra patrona Santa Rosa de Lima; y ha consecuencia de ello por Resolución Ministerial, se le denomina “Rosa de Santa María”, instalándose en su honor en el patio principal la imagen de la Santa Patrona.
En 1942, en concurso de mérito obtuvo la Dirección la Srta. Beatriz, Cisneros, quién permaneció al frente del plantel por el transcurso de 19 años.
La población escolar del colegio alcanzó a 3 mil alumnas; se estudiaba en turnos de mañana y tarde, el total de secciones fue de 20 en secundaria común y 48 en secundaria comercial.
En 1956 por una Resolución Ministerial, se convirtió en Primer Colegio Nacional (G.U.E.) “Rosa de Santa María” y en 1957 por Resolución Ministerial Nº 4779, fue declarado “Plantel Experimental”, teniendo en cuenta su importancia pedagógica, su tradición y sus valiosos aportes a la Educación de la Mujer Peruana.
En 1962 en concurso de mérito y conocimientos, obtuvo el cargo de Directora la Srta. Ana María Gómez Calderón, distinguida ex-alumna de este Centro de Estudios.
FELIZ DÍA PROFESORA
UNAS LINEAS DE SANDRA BANCES SÁNCHEZ (5to. “O”)
Por su día hoy la saludo, agradeciendo sus enseñanzas que en la vida son un
Reto para usted. No es fácil cumplir con su labor, pero
Orgulloso de ser profesora puede llegar a cada alumna. Su trabajo no es
Fácil de cumplir, porque los trabajos más difíciles son ser:
Esposa, madre y profesora; una gran labor; un modelo de mujer que
Sufre las adversidades de la vida; lucha por conseguir lo mejor y se
Olvida de sus problemas para transmitir su sabiduría a muchas alumnas
Rosinas que agradecidas están por compartir su sabiduría con ellas ;
Amada profesora, hoy en su día la saludamos con mucho amor.
Gracias.
Por su día hoy la saludo, agradeciendo sus enseñanzas que en la vida son un
Reto para usted. No es fácil cumplir con su labor, pero
Orgulloso de ser profesora puede llegar a cada alumna. Su trabajo no es
Fácil de cumplir, porque los trabajos más difíciles son ser:
Esposa, madre y profesora; una gran labor; un modelo de mujer que
Sufre las adversidades de la vida; lucha por conseguir lo mejor y se
Olvida de sus problemas para transmitir su sabiduría a muchas alumnas
Rosinas que agradecidas están por compartir su sabiduría con ellas ;
Amada profesora, hoy en su día la saludamos con mucho amor.
Gracias.
UN REGALO POCO VALORADO
UNAS LINEAS DE KARINA FLORES YANAC (5to. “O”)
Observa la Naturaleza y la quietud del campo. Mira hacia el cielo e imagina alcanzarlo. Todo es posible si quieres lograrlo.
Observa a los animales y mantenlos a tu lado. Ten en cuenta que Dios te los ha mandado. Él no quiere que los dejes aislados.
Observa los mares, lagos y ríos. Obsérvalos con cariño porque ellos vida te dan. Algún día ellos pueden cesar.
Siente el viento que acaricia tu rostro. Tú los disfrutas con gran gozo. Siente los rayos del Sol; es la clara prueba de que Dios nos abriga; aunque él esté muy arriba.
Las estrellas iluminan tu noche. Obsérvalas y contémplalas porque ellas alguna noche no saldrán más.
Dios ilumina tu camino; te da vida; te abriga; y por él la tranquilidad nunca te faltará. Por eso valora todas las cosas que te da y él siempre a tu lado estará.
Observa la Naturaleza y la quietud del campo. Mira hacia el cielo e imagina alcanzarlo. Todo es posible si quieres lograrlo.
Observa a los animales y mantenlos a tu lado. Ten en cuenta que Dios te los ha mandado. Él no quiere que los dejes aislados.
Observa los mares, lagos y ríos. Obsérvalos con cariño porque ellos vida te dan. Algún día ellos pueden cesar.
Siente el viento que acaricia tu rostro. Tú los disfrutas con gran gozo. Siente los rayos del Sol; es la clara prueba de que Dios nos abriga; aunque él esté muy arriba.
Las estrellas iluminan tu noche. Obsérvalas y contémplalas porque ellas alguna noche no saldrán más.
Dios ilumina tu camino; te da vida; te abriga; y por él la tranquilidad nunca te faltará. Por eso valora todas las cosas que te da y él siempre a tu lado estará.
CAMA Nº12
UNA EXPERIENCIA DE GERALDINE FERNÁNDEZ QUILCA (4to. “J”)
Por fin llegó el día de mi operación. Me encontraba en la cama doce; vestía una bata blanca, esperando el turno para entrar a la sala de operaciones. Recuerdo que ese día éramos seis personas a las que nos iban a operar. Recuerdo también haber estado temblando; no sé si era por los nervios o por el frío; pero yo temblaba. Por mi cabeza, lo único que pasaba era que todo terminaría bien y que la próxima semana estaría con mis amigas del colegio; vería mis profesores y les contaría como fue mi operación.
De repente, mientras estaba pensando en lo que sucedería después, una de las enfermeras me dijo: llegó tu hora. Y procedió a colocarme una vía intravenosa. Casi a las cinco de la tarde un hombre con bata blanca, con un papel en la mano me preguntaba: ¿Cuánto mides? Un metro cincuenta y siete; ¿cuál es tu nombre? Geraldine. Y siguieron otras preguntas. ¿Por qué me haría esas preguntas? No lo sé; pero mi mamá me dijo que querían saber mi talla para traer la camilla de traslado.
Ya eran las cinco y media; una camillera me trasladó a la sala de operaciones. Ella vestía también de blanco. Mi mamá me acompañó. Recuerdo que camino al ascensor toda la gente me miraba. Quizá se preguntaban ¿qué hacía una niña tan grande en pediatría? Cuando llegamos al quinto piso, me quedé sorprendida porque en este lugar había muchas máquinas; escuchaba diversos sonidos y también el conocido sonido del corazón.
Me encontraba algo tranquila o al menos eso parecía; porque cuando las enfermeras me preguntaban cómo estaba me ponía a temblar mucho, creo que fue por la cantidad de aparatos e instrumentos quirúrgicos que ahí vi.
Ya en la mesa de operaciones, solo con mi bata, me puso unas cositas blancas en mi pecho, en el brazo y en el dedo. Voy a ponerte la anestesia en el suero –dijo el anestesiólogo- Vas a estar bien -continuaba dándome ánimos. Cada palabra que decía lo decía poniendo algo en mi cuerpo. Lo último en colocarme, fue la mascarilla. Al pie de la cama, logré ver a mi doctora (Sandra Cárdenas). Cómo olvidarme de ella si me ayudó mucho; me tocaba las manos, esperando que me durmiera. Mi cuerpo perdía sus fuerzas, mis ojos se cerraban y yo intentaba abrirlos, me sentía mareada y de ahí sin recordar cuándo, me quedé dormía.
Cuando me desperté, me encontré en un cuarto grande lleno de máquinas con dos personas que también había salido del quirófano. Tenía una mascarilla de oxígeno, me pregunté por qué. En ese instante ingresó un enfermero y me supo decir que mi operación presentó complicaciones. De repente sentí un dolor muy intenso en el hombro izquierdo; pedí ver a mi mamá. Cuando ella entró, tenía los ojos muy hinchados... Había llorado mucho. Me abrazó y me dijo que todo ya había pasado y que me quería bastante.
Por la mañana, los rayos del sol ingresaron por mi ventana. Me levanté de la cama y empecé a caminar.
Por fin llegó el día de mi operación. Me encontraba en la cama doce; vestía una bata blanca, esperando el turno para entrar a la sala de operaciones. Recuerdo que ese día éramos seis personas a las que nos iban a operar. Recuerdo también haber estado temblando; no sé si era por los nervios o por el frío; pero yo temblaba. Por mi cabeza, lo único que pasaba era que todo terminaría bien y que la próxima semana estaría con mis amigas del colegio; vería mis profesores y les contaría como fue mi operación.
De repente, mientras estaba pensando en lo que sucedería después, una de las enfermeras me dijo: llegó tu hora. Y procedió a colocarme una vía intravenosa. Casi a las cinco de la tarde un hombre con bata blanca, con un papel en la mano me preguntaba: ¿Cuánto mides? Un metro cincuenta y siete; ¿cuál es tu nombre? Geraldine. Y siguieron otras preguntas. ¿Por qué me haría esas preguntas? No lo sé; pero mi mamá me dijo que querían saber mi talla para traer la camilla de traslado.
Ya eran las cinco y media; una camillera me trasladó a la sala de operaciones. Ella vestía también de blanco. Mi mamá me acompañó. Recuerdo que camino al ascensor toda la gente me miraba. Quizá se preguntaban ¿qué hacía una niña tan grande en pediatría? Cuando llegamos al quinto piso, me quedé sorprendida porque en este lugar había muchas máquinas; escuchaba diversos sonidos y también el conocido sonido del corazón.
Me encontraba algo tranquila o al menos eso parecía; porque cuando las enfermeras me preguntaban cómo estaba me ponía a temblar mucho, creo que fue por la cantidad de aparatos e instrumentos quirúrgicos que ahí vi.
Ya en la mesa de operaciones, solo con mi bata, me puso unas cositas blancas en mi pecho, en el brazo y en el dedo. Voy a ponerte la anestesia en el suero –dijo el anestesiólogo- Vas a estar bien -continuaba dándome ánimos. Cada palabra que decía lo decía poniendo algo en mi cuerpo. Lo último en colocarme, fue la mascarilla. Al pie de la cama, logré ver a mi doctora (Sandra Cárdenas). Cómo olvidarme de ella si me ayudó mucho; me tocaba las manos, esperando que me durmiera. Mi cuerpo perdía sus fuerzas, mis ojos se cerraban y yo intentaba abrirlos, me sentía mareada y de ahí sin recordar cuándo, me quedé dormía.
Cuando me desperté, me encontré en un cuarto grande lleno de máquinas con dos personas que también había salido del quirófano. Tenía una mascarilla de oxígeno, me pregunté por qué. En ese instante ingresó un enfermero y me supo decir que mi operación presentó complicaciones. De repente sentí un dolor muy intenso en el hombro izquierdo; pedí ver a mi mamá. Cuando ella entró, tenía los ojos muy hinchados... Había llorado mucho. Me abrazó y me dijo que todo ya había pasado y que me quería bastante.
Por la mañana, los rayos del sol ingresaron por mi ventana. Me levanté de la cama y empecé a caminar.
viernes, 19 de junio de 2009
LO QUE QUEDA DEL MUNDO
UNA REFLEXIÓN DE VIVIAN LOPEZ ESPINOZA (4º “M”)
Al observar la realidad, es lamentable reconocer, que el hombre se ha convertido, en muy poco tiempo, en un ser materialista donde reina el dinero y el afán desmesurado y acelerado por descubrir cosas nuevas a las que llamamos tecnología.
Es conocido por todos, la gran importancia de la electricidad pues nos alumbra o caliente en las noches frías; además de ello, podemos hacer uso de una variedad de aparatos electrodomésticos que nos “facilitan” la vida: focos, celulares, cocinas eléctricas, microondas, televisores, radios, licuadoras, etc. Pero, acaso el uso indiscriminado e irresponsable de estos aparatos no perjudican a la Tierra.
Es paradójico que así como contribuyen al progreso, destruyen nuestra salud ya que hemos convertido nuestro mundo en un “sauna planetario”. Al mantener esto aparatos encendidos, por un simple gusto o por pereza, ¿no? nos damos cuenta que continúan liberando energía y ello produce que la temperatura del planeta ascienda, o acaso no hemos visto las termas cuando nos bañamos en la casa. El problema no solo pasa por echarnos la culpa los unos a los otros; sino, por la falta de conciencia, al no buscar una solución inmediata para remediar este mal que perjudica a todos los seres vivos de nuestro planeta.
Muchos (o todos) sabemos que al utilizar aerosoles, al dejar la plancha enchufada, al transportarnos en autos en mal estado, al quemar basura y/o arrojar desperdicios al mar, incrementamos enormemente la contaminación del planeta; y al parecer nadie, con excepción de algunos pocos, quiere recordar que la Tierra es el ÚNICO planeta en el que podemos vivir. Al parecer la vida y el destino de la humanidad, y con ella la de los pobres animales y plantas que ninguna culpa tienen, se ha convertido es una línea que se recta sin marcha atrás.
Nuestro planeta ya muestra todo el daño causado por el hombre; solo hay que mirar hacia los nevados peruanos que están descongelándose por el efecto del calentamiento de la Tierra. Y si miramos más lejos podemos observar bloques de hielo en el Polo Norte que al derretirse están provocando que el nivel del mar aumente alterando el ecosistema marítimo y afectando la vida de la variedad de animales existentes.Tenemos que aprender a cuidar nuestro planeta, nuestro hogar, que poco a poco estamos destruyendo. Pensemos en nosotros y, más aún, en nuestros futuros hijos que al nacer esperemos no encuentren un mundo en donde no se pueda vivir. Solo es cuestión de abrir los ojos y dar cuenta de la belleza de nuestro planeta y del grave daño que le estamos ocasionando por culpa de nuestra irresponsabilidad. No dejemos que el lugar en el que vivos se acabe.
Es conocido por todos, la gran importancia de la electricidad pues nos alumbra o caliente en las noches frías; además de ello, podemos hacer uso de una variedad de aparatos electrodomésticos que nos “facilitan” la vida: focos, celulares, cocinas eléctricas, microondas, televisores, radios, licuadoras, etc. Pero, acaso el uso indiscriminado e irresponsable de estos aparatos no perjudican a la Tierra.
Es paradójico que así como contribuyen al progreso, destruyen nuestra salud ya que hemos convertido nuestro mundo en un “sauna planetario”. Al mantener esto aparatos encendidos, por un simple gusto o por pereza, ¿no? nos damos cuenta que continúan liberando energía y ello produce que la temperatura del planeta ascienda, o acaso no hemos visto las termas cuando nos bañamos en la casa. El problema no solo pasa por echarnos la culpa los unos a los otros; sino, por la falta de conciencia, al no buscar una solución inmediata para remediar este mal que perjudica a todos los seres vivos de nuestro planeta.
Muchos (o todos) sabemos que al utilizar aerosoles, al dejar la plancha enchufada, al transportarnos en autos en mal estado, al quemar basura y/o arrojar desperdicios al mar, incrementamos enormemente la contaminación del planeta; y al parecer nadie, con excepción de algunos pocos, quiere recordar que la Tierra es el ÚNICO planeta en el que podemos vivir. Al parecer la vida y el destino de la humanidad, y con ella la de los pobres animales y plantas que ninguna culpa tienen, se ha convertido es una línea que se recta sin marcha atrás.
Nuestro planeta ya muestra todo el daño causado por el hombre; solo hay que mirar hacia los nevados peruanos que están descongelándose por el efecto del calentamiento de la Tierra. Y si miramos más lejos podemos observar bloques de hielo en el Polo Norte que al derretirse están provocando que el nivel del mar aumente alterando el ecosistema marítimo y afectando la vida de la variedad de animales existentes.Tenemos que aprender a cuidar nuestro planeta, nuestro hogar, que poco a poco estamos destruyendo. Pensemos en nosotros y, más aún, en nuestros futuros hijos que al nacer esperemos no encuentren un mundo en donde no se pueda vivir. Solo es cuestión de abrir los ojos y dar cuenta de la belleza de nuestro planeta y del grave daño que le estamos ocasionando por culpa de nuestra irresponsabilidad. No dejemos que el lugar en el que vivos se acabe.
MI AMADO PAPÁ
UNOS VERSOS DE CAROLINA NEYRA VÁSQUEZ (3º “J”)
Mi amado papá, me sientas
sobre tu regazo
y me abrigas
bajo tu brazo.
Me narras
un lindo cuento,
y dulcemente me expresas
un bello sentimiento.
Me complaces
en mis variados antojos
y me comprendes
en mis raros enojos.
Mi amado papá, me acurrucas
bajo tu pecho
y una melodioso canción me enseñas
al borde de tu lecho.
Mi amado papá, me sientas
sobre tu regazo
y me abrigas
bajo tu brazo.
Me narras
un lindo cuento,
y dulcemente me expresas
un bello sentimiento.
Me complaces
en mis variados antojos
y me comprendes
en mis raros enojos.
Mi amado papá, me acurrucas
bajo tu pecho
y una melodioso canción me enseñas
al borde de tu lecho.
ALGO INEXPLICABLE
UNOS VERSOS DE KATERIN PIZANGO GALLARDO (4º “K”)
¿Por qué nos sentimos lejos si estamos tan cerca?
¿Por qué estas circunstancias nos separan?
Tú estás callado y yo solo te miro.
Las palabras no fluyen,
se quedan dentro de mí.
Algo me impide hablar.
Decirte que te amo;
sin embargo es imposible.
¿Por qué estas circunstancias nos separan?
¿Por qué simplemente no podemos amarnos?
El amor es tan cruel;
pero a la vez tan bello.
¿Por qué nos ahogamos en estas lágrimas?
Ambos podemos nadar felices,
pues el amor nos espera en la orilla.
¿Por qué estas circunstancias nos separan?
¡¿Por qué?!
¿Por qué nos sentimos lejos si estamos tan cerca?
¿Por qué estas circunstancias nos separan?
Tú estás callado y yo solo te miro.
Las palabras no fluyen,
se quedan dentro de mí.
Algo me impide hablar.
Decirte que te amo;
sin embargo es imposible.
¿Por qué estas circunstancias nos separan?
¿Por qué simplemente no podemos amarnos?
El amor es tan cruel;
pero a la vez tan bello.
¿Por qué nos ahogamos en estas lágrimas?
Ambos podemos nadar felices,
pues el amor nos espera en la orilla.
¿Por qué estas circunstancias nos separan?
¡¿Por qué?!
EL VALOR DE UNA MUÑECA
UN CUENTO DE MELISSA CHIRINOS PAUCAR (4º “J”)
Un día en una casita muy humilde, cuando apenas empezaban a salir los primeros rayos de sol, Gretel, una niña muy buena y humilde, despertaba de un hermoso sueño que la había hecho sonreír y creer. Se dirigió a, lo que se podría decir, la cocina a preparar el desayuno a su padre. Él se llamaba Pedro, era un hombre trabajador y que desde muy temprano salía a vender panes por las calles de todo el pueblo.
Mientras ambos tomaban el desayuno, Pedro le entregó a su hija un hermoso obsequio por su cumpleaños: una muñequita de trapo. Gretel, muy emocionada y feliz, abrazó a su padre con una alegría inigualable y le dio las gracias, pues ella nunca en su corta existencia había tenido una muñeca. Su padre se despidió de su hija deseándole un feliz cumpleaños y le dio la bendición con un beso en la frente; luego salió de casa para ir a trabajar.
Gretel, como todos los días, se quedó sola en casa. ¡Oh! Pero en esta ocasión no tan sola, ya que tenía como compañera la hermosa muñeca que le había regalado su padre; a la cual le puso por nombre Sonrisa. Gretel empezó a contarle todo a Sonrisa: sus alegrías, tristezas, ilusiones e inocentes travesuras. Ella estaba convencida que su muñeca prestaba atención a todo lo que iba diciendo.
Luego de varias horas de hablarle a su muñeca y jugar muy entretenida con Sonrisa, Gretel sintió hambre y sirvió dos platos de comida. Mientras ella comía, observaba a su muñeca muy quieta y con una sonrisa dibujada en el rostro. De pronto empezó a sentirse triste y recordó aquel sueño que tuvo hace poco al levantarse. En ese momento agachó la cabeza y no pudo contener que surgieran algunas lágrimas.
De pronto empezó a sentir que alguien, muy cariñosamente, le tocaba la frente. Era una mano muy suave, parecía como si las nubes rozaran su frente. Empezó a levantar la cabeza lentamente y secando aquellas lágrimas observó a Sonrisa parada frente a ella. Eran las pequeñas manos de su muñeca las que habían tocado su frente.
- No llores más querida Gretel -dijo muy apaciblemente Sonrisa.
Gretel, muy sorprendida por lo que acababa de ver y oír, experimentó un miedo comprensible. No podía creer lo que en ese momento estaba sucediendo frente a ella.
- No te asustes soy yo. -dijo Sonrisa- Tu gran amor ha hecho que Dios me dé vida para estar contigo siempre, para que nunca más en tu vida vuelvas a estar sola.
En ese momento, Gretel pensó en aquel hermoso sueño y dijo:
- ¡Oh! Dios mío, muchas gracias por haber hecho de mi sueño una realidad.Sus ojos dejaron caer unas cuantas lágrimas de alegría. Se acercó a su muñeca que ahora era como una hermana y la abrazó fuertemente. Ambas se prometieron estar juntas, una al lado de la otra, por toda la vida.
Mientras ambos tomaban el desayuno, Pedro le entregó a su hija un hermoso obsequio por su cumpleaños: una muñequita de trapo. Gretel, muy emocionada y feliz, abrazó a su padre con una alegría inigualable y le dio las gracias, pues ella nunca en su corta existencia había tenido una muñeca. Su padre se despidió de su hija deseándole un feliz cumpleaños y le dio la bendición con un beso en la frente; luego salió de casa para ir a trabajar.
Gretel, como todos los días, se quedó sola en casa. ¡Oh! Pero en esta ocasión no tan sola, ya que tenía como compañera la hermosa muñeca que le había regalado su padre; a la cual le puso por nombre Sonrisa. Gretel empezó a contarle todo a Sonrisa: sus alegrías, tristezas, ilusiones e inocentes travesuras. Ella estaba convencida que su muñeca prestaba atención a todo lo que iba diciendo.
Luego de varias horas de hablarle a su muñeca y jugar muy entretenida con Sonrisa, Gretel sintió hambre y sirvió dos platos de comida. Mientras ella comía, observaba a su muñeca muy quieta y con una sonrisa dibujada en el rostro. De pronto empezó a sentirse triste y recordó aquel sueño que tuvo hace poco al levantarse. En ese momento agachó la cabeza y no pudo contener que surgieran algunas lágrimas.
De pronto empezó a sentir que alguien, muy cariñosamente, le tocaba la frente. Era una mano muy suave, parecía como si las nubes rozaran su frente. Empezó a levantar la cabeza lentamente y secando aquellas lágrimas observó a Sonrisa parada frente a ella. Eran las pequeñas manos de su muñeca las que habían tocado su frente.
- No llores más querida Gretel -dijo muy apaciblemente Sonrisa.
Gretel, muy sorprendida por lo que acababa de ver y oír, experimentó un miedo comprensible. No podía creer lo que en ese momento estaba sucediendo frente a ella.
- No te asustes soy yo. -dijo Sonrisa- Tu gran amor ha hecho que Dios me dé vida para estar contigo siempre, para que nunca más en tu vida vuelvas a estar sola.
En ese momento, Gretel pensó en aquel hermoso sueño y dijo:
- ¡Oh! Dios mío, muchas gracias por haber hecho de mi sueño una realidad.Sus ojos dejaron caer unas cuantas lágrimas de alegría. Se acercó a su muñeca que ahora era como una hermana y la abrazó fuertemente. Ambas se prometieron estar juntas, una al lado de la otra, por toda la vida.
ZAPALLAL, PUENTE PIEDRA, PRO… SUBE, SUBE (MENOS TÚ)
UNA EXPERIENCIA DE LORENA SALDIVAR ORIHUELA (4º “J”)
Después de clases siempre suele ser lo mismo. Cada vez que salimos del colegio parece que yo fuera una persona histérica. Siempre les digo a mis amigas “apresúrense, rápido… Ya es tarde”. Ellas me ponen una cara que parece decir whattttt? Observan con paciencia su reloj y responden “Pero, si todavía es temprano. Apenas son las seis y veinte”. Yo las miro muy extrañada, porque para mí ya es tarde. Entonces, camino a paso ligero, con ganas de llegar temprano a casa. Ya casi al llegar al paradero nos despedimos cordialmente de algunas que por suerte lograron tomar su carro. “Chau, cuídate”; y nunca falta el tradicional “Derechito a su casa”. Las que aún no hemos tomado el carro cruzamos al otro lado de la calle con mucha cautela y un poco de amargura debido a la imprudencia de los choferes que parecen estar apurados y no recordar que existen las reglas de tránsito.
Ya llevamos diez minutos de espera en la esquina, como pan que no se vende. Quizás suene irónico; pero, parezco un gallinazo al acecho, divisando a su presa para poder caer sobre ella. Me siento igual que esas aves. Estoy muy atenta, ya que cualquier mal movimiento puede resultar fatal. Y así sigo divisando para que el carro que espero no se pase de frente sin recogerme. Muchos transeúntes, en cuestión de segundos, se van convirtiendo, delante de mí, en pasajeros. Parece que ya me voy acostumbrando a tomar tarde el carro, ya que siempre suele ser lo mismo.
A lo lejos lo veo. Viene corriendo muy rápido. Quiere ganar sitio en el paradero. “Miren, ese es mi carro”, les digo. Muy contenta me despido de mis amigas y al acercarme al carro escucho a un hombre muy alto, de polo color blanco y una chompa anaranjada, vociferar a los cuatro vientos: “Zapallal, Puente Piedra, Pro… Sube, sube”. Me acerco segura de mí y creo que cada vez estoy más cerca de casa. Cada paso que doy delicadamente es para arrasar con mi presa. De pronto me percato que aquel que hace un instante estaba gritando se da cuenta de mis intenciones de abordar el vehículo. Al parecer aquel hombre es muy astuto. Pone un pie en el estribo y sigue pronunciando su conocido alarido. Ya estoy a punto de poder cumplir con mi objetivo, cuando en un abrir y cerrar de ojos, coloca una mano en la puerta y me da la espalda como queriéndome decir: “Menos tú”.
Esta escena se ha hecho una rutina. Es cosa de todos los días y lo peor es cuando me acerco corriendo al carro como una fiera y me tiran la puerta en la cara como si no hubiera visto que me acercaba a abordarlo. Una de mis amigas me dijo: “Porque no apuntas la placa de los carros”. Yo, con una sonrisa en el rostro, me pongo a pensar. Si apuntara todo los días las placas de los carros que no me quieren recoger, tendría que cargar con un cuaderno más entre mis cosas. ¡Y para qué!Muchas veces los escolares somos víctimas de una gran exclusión por parte de los choferes; a lo mejor a algunas no les pasa lo que a mí, pero a la mayoría sí. Y todo esto por el simple hecho de pagar cincuenta céntimos; pero yo digo, si pagáramos un sol ¿nos recogerían para subir?
Ya llevamos diez minutos de espera en la esquina, como pan que no se vende. Quizás suene irónico; pero, parezco un gallinazo al acecho, divisando a su presa para poder caer sobre ella. Me siento igual que esas aves. Estoy muy atenta, ya que cualquier mal movimiento puede resultar fatal. Y así sigo divisando para que el carro que espero no se pase de frente sin recogerme. Muchos transeúntes, en cuestión de segundos, se van convirtiendo, delante de mí, en pasajeros. Parece que ya me voy acostumbrando a tomar tarde el carro, ya que siempre suele ser lo mismo.
A lo lejos lo veo. Viene corriendo muy rápido. Quiere ganar sitio en el paradero. “Miren, ese es mi carro”, les digo. Muy contenta me despido de mis amigas y al acercarme al carro escucho a un hombre muy alto, de polo color blanco y una chompa anaranjada, vociferar a los cuatro vientos: “Zapallal, Puente Piedra, Pro… Sube, sube”. Me acerco segura de mí y creo que cada vez estoy más cerca de casa. Cada paso que doy delicadamente es para arrasar con mi presa. De pronto me percato que aquel que hace un instante estaba gritando se da cuenta de mis intenciones de abordar el vehículo. Al parecer aquel hombre es muy astuto. Pone un pie en el estribo y sigue pronunciando su conocido alarido. Ya estoy a punto de poder cumplir con mi objetivo, cuando en un abrir y cerrar de ojos, coloca una mano en la puerta y me da la espalda como queriéndome decir: “Menos tú”.
Esta escena se ha hecho una rutina. Es cosa de todos los días y lo peor es cuando me acerco corriendo al carro como una fiera y me tiran la puerta en la cara como si no hubiera visto que me acercaba a abordarlo. Una de mis amigas me dijo: “Porque no apuntas la placa de los carros”. Yo, con una sonrisa en el rostro, me pongo a pensar. Si apuntara todo los días las placas de los carros que no me quieren recoger, tendría que cargar con un cuaderno más entre mis cosas. ¡Y para qué!Muchas veces los escolares somos víctimas de una gran exclusión por parte de los choferes; a lo mejor a algunas no les pasa lo que a mí, pero a la mayoría sí. Y todo esto por el simple hecho de pagar cincuenta céntimos; pero yo digo, si pagáramos un sol ¿nos recogerían para subir?
UNA EXTRAÑA CRIATURA
UN RELATO DE ANGHELA SOSA TIMANÁ (4º “J”)
Mamá me contó lo que pasó. Al principio fue difícil de creerlo, pero finalmente lo acepté como una experiencia en lo que iba de mi corta vida. Tan solo tenía tres meses de nacida; era muy pequeñita; me encontraba vestida con un ropón de color de plumas de pollito recién nacido y una colcha suave, blanca como esas nubes plantadas en el cielo, los cuales protegían mi frágil cuerpecillo.
Mamá me había dejado durmiendo en el centro de su cama, para así evitar que me cayera. Como sufría de una lesión en el brazo derecho, no podía atenderme muy bien, ni a mi hermana mayor. Eran las doce del medio día y mi hambrienta hermana necesitaba comer. Mamá no podía encargarse de mí y a la vez darle de comer a su angelito mayor. Por necesidad debía salir a almorzar a un restaurante y yo debía quedarme sola. En realidad no puedo recordar bien lo que ocurrió, solo me queda decirle que lo que a continuación voy a contarles es, creo yo, producto de mi imaginación.
Me encontraba disfrutando tranquilamente de un sueño infantil, cuando de pronto un aire escalofriante y un olor repugnante invadía la habitación. Sentí la presencia de un ser de apariencia diabólico que poco a poco se acercaba a la cama en donde estaba. Abrí los ojos y estaba en brazos de un ser extraño: su tamaño era la de una persona adulta, vestido de luto, de contextura muy delgada y no tenía cabellera; era como si sus venas y arterias estuviesen sobresalidas; sus dientes eran de oro puro. Me arrullaba y sonreía mostrándome esos dientes de oro que me atraían. Se sentó sobre el suelo, me echó y comenzó a jugar conmigo, me hacía muecas extrañas, me hacía cosquillas en la barriga y lograba que suelte una carcajada interminable que incluso me hacía perder el aire. Así estuvo un tiempo cuando entonces decidió pararse y, conmigo en brazos, se dirigió al balcón. De pronto rápidamente volteó su rostro lleno de sorpresa hacia la puerta. Su curiosidad había sido atraída por unos pasos que venían del pasillo; era mamá que venía hacia el dormitorio y abriría la puerta. Él desesperadamente me dejó debajo de la cama, se acercó a mi oído y susurró en mi oído lo siguiente: Recuerda que un día te tuve en mis brazos y si hoy no pude llevarte conmigo. Regresaré por ti en el momento menos esperado. Y diciendo estas palabras, se arrancó un diente de oro, tomó mi mano y lo puso entre mis pequeños dedos y desapareció en el aire. Mamá entró, no sé por qué, llorando, nerviosa y muy desesperada. Me abrazaba y besaba y secaba las gotas de sudor que en el rostro tenía.
A aquella criatura nunca la volví a ver; pero, por su mensaje, sé que algún día se aparecerá y tendré que enfrentarme a él. Al parecer, después de todo lo ocurrido, se convirtió en el primer amigo con quien jugué; o el ser que intentó ocasionarme algún grave daño. No sé si mamá llegó a tiempo o algún ser celestial me protegió; pero de lo que si estoy segura, es que aún tengo el hermoso diente de oro que me dejó ese extraño ser.
Mamá me había dejado durmiendo en el centro de su cama, para así evitar que me cayera. Como sufría de una lesión en el brazo derecho, no podía atenderme muy bien, ni a mi hermana mayor. Eran las doce del medio día y mi hambrienta hermana necesitaba comer. Mamá no podía encargarse de mí y a la vez darle de comer a su angelito mayor. Por necesidad debía salir a almorzar a un restaurante y yo debía quedarme sola. En realidad no puedo recordar bien lo que ocurrió, solo me queda decirle que lo que a continuación voy a contarles es, creo yo, producto de mi imaginación.
Me encontraba disfrutando tranquilamente de un sueño infantil, cuando de pronto un aire escalofriante y un olor repugnante invadía la habitación. Sentí la presencia de un ser de apariencia diabólico que poco a poco se acercaba a la cama en donde estaba. Abrí los ojos y estaba en brazos de un ser extraño: su tamaño era la de una persona adulta, vestido de luto, de contextura muy delgada y no tenía cabellera; era como si sus venas y arterias estuviesen sobresalidas; sus dientes eran de oro puro. Me arrullaba y sonreía mostrándome esos dientes de oro que me atraían. Se sentó sobre el suelo, me echó y comenzó a jugar conmigo, me hacía muecas extrañas, me hacía cosquillas en la barriga y lograba que suelte una carcajada interminable que incluso me hacía perder el aire. Así estuvo un tiempo cuando entonces decidió pararse y, conmigo en brazos, se dirigió al balcón. De pronto rápidamente volteó su rostro lleno de sorpresa hacia la puerta. Su curiosidad había sido atraída por unos pasos que venían del pasillo; era mamá que venía hacia el dormitorio y abriría la puerta. Él desesperadamente me dejó debajo de la cama, se acercó a mi oído y susurró en mi oído lo siguiente: Recuerda que un día te tuve en mis brazos y si hoy no pude llevarte conmigo. Regresaré por ti en el momento menos esperado. Y diciendo estas palabras, se arrancó un diente de oro, tomó mi mano y lo puso entre mis pequeños dedos y desapareció en el aire. Mamá entró, no sé por qué, llorando, nerviosa y muy desesperada. Me abrazaba y besaba y secaba las gotas de sudor que en el rostro tenía.
A aquella criatura nunca la volví a ver; pero, por su mensaje, sé que algún día se aparecerá y tendré que enfrentarme a él. Al parecer, después de todo lo ocurrido, se convirtió en el primer amigo con quien jugué; o el ser que intentó ocasionarme algún grave daño. No sé si mamá llegó a tiempo o algún ser celestial me protegió; pero de lo que si estoy segura, es que aún tengo el hermoso diente de oro que me dejó ese extraño ser.
P.D.: Si algún día quieres que te enseñe aquel diente, con mucho gusto lo haré; pero no me hago responsable si, esa misma noche, a tu cuarto lo invade una extraña y escalofriante presencia. . .
LEER O ESCRIBIR
TECLADO MAESTRO / PROF. JAVIER PEVES LOZANO
En las avenidas y calles de nuestra ciudad, nos encontramos con piratas que nos abordan ofreciendo diversos libros, de aventura, romance, autoayuda, misterio, etc. En los puestos de periódicos, los adolescentes se pelean por conseguir la revista de su grupo preferido; quieren saber sobre sus giras y sus nuevas creaciones. En las casas, las jóvenes leen con mucha ternura, y en secreto, aquella carta que hace un instante un joven apuesto le acaba de entregar. En la red, los amigos se pasan horas y horas frente al teclado con la mirada fija en el monitor. Si esto es así, por qué decimos, en tono enfático: los jóvenes no leen.
Los adultos responsables de la educación de la nueva generación deberíamos aprovechar ese especial gusto por la lectura para ir mostrando a adolescentes y jóvenes la maravilla del mundo del conocimiento. Escribir para ellos, utilizando sus propios códigos, abordando temas relevantes con espíritu juvenil, reflexionando con los ojos del que aún no conoce de intereses egoístas. No debemos olvidar que aquel que lee o aprende tiene algo que agregar. Oír, y más aún, leer a las nuevas mentes nos nutre de energía vital, nos muestra el otro lado de la vida, la cual parece que hemos olvidado. Hacer que los adolecentes se expresen, es conocer su forma de pensar en que las cosas pueden mejorar, en que pueden abrirnos una puerta al mundo de fantasía en la que una bella mujer nos conquista con sus cantos. Para contribuir con el trabajo que muchos vienen realizando en mejora de la comunicación entre alumnas y maestros, es que un grupo de estudiantes ha decidido edificar esta tarima en la que se pueda encontrar a alguien que piense similar a uno. Así mismo podremos expresar nuestras ideas, compartir nuestros sentimientos y meditar sobre temas de interés general. Solo hay que decidirse; perder el miedo al qué dirán; atreverse a hacer algo distinto; dejar que nuestras opiniones fluyen; y estar convencidos o convencidas que nuestras alumnas o nuestros maestros pueden leernos.
Los adultos responsables de la educación de la nueva generación deberíamos aprovechar ese especial gusto por la lectura para ir mostrando a adolescentes y jóvenes la maravilla del mundo del conocimiento. Escribir para ellos, utilizando sus propios códigos, abordando temas relevantes con espíritu juvenil, reflexionando con los ojos del que aún no conoce de intereses egoístas. No debemos olvidar que aquel que lee o aprende tiene algo que agregar. Oír, y más aún, leer a las nuevas mentes nos nutre de energía vital, nos muestra el otro lado de la vida, la cual parece que hemos olvidado. Hacer que los adolecentes se expresen, es conocer su forma de pensar en que las cosas pueden mejorar, en que pueden abrirnos una puerta al mundo de fantasía en la que una bella mujer nos conquista con sus cantos. Para contribuir con el trabajo que muchos vienen realizando en mejora de la comunicación entre alumnas y maestros, es que un grupo de estudiantes ha decidido edificar esta tarima en la que se pueda encontrar a alguien que piense similar a uno. Así mismo podremos expresar nuestras ideas, compartir nuestros sentimientos y meditar sobre temas de interés general. Solo hay que decidirse; perder el miedo al qué dirán; atreverse a hacer algo distinto; dejar que nuestras opiniones fluyen; y estar convencidos o convencidas que nuestras alumnas o nuestros maestros pueden leernos.
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